El nacionalismo visto como un castell,
empezara a titubear con manos temblorosas,
desde abajo, pero el que mayor riesgo corre,
es el de arriba, o sea, el niño, el enxaneta.
Los castells, acaban por derrumbarse.
la ideología nacionalista,
dada a la glorificación de lo propio.
Tan incapaz es el pueblo de hacer autocritica,
como dado es a la victimización
desde cualquier relación con lo ajeno.
Los castells siguen manteniendo en el niño
el carácter de “adulto reducido”,
esto es, al niño no se le asigna el lugar
que le correspondería en pleno siglo XXI,
o mejor dicho, se le asigna el no-lugar,
que es el que tuvo la infancia
en las tradiciones medievales.
Podría ser que ese no-lugar no se hubiera
superado aun en nuestros días, en virtud
de los alardes narcisistas del adulto
en función de una instrumentación “egoísta” del niño,
para usufructuarlo en lo reivindicativo,
quedando en entredicho muchas preguntas
acerca del verdadero respaldo
por parte de los adultos,
hacia la estructura infantil.
Tal conducta la podríamos definir
como un tabú-de-afecto, o sea,
la desconsideración cultural hacia la niñez,
hacia su educación,
y la desvirtuación dirigida al adoctrinamiento.
@gabrielmas