viernes, 17 de julio de 2015

El menor de los hermanos: "Melocotones para mi sobrino"





... Andrés por el contrario nunca mostraba simpatía con nadie, y cuando sonreía, tan solo dibujaba un atisbo de gracejo con una mitad de la cara tratando de imitar a la madre, manteniendo la otra mitad, más dura e inexpugnable como la del padre. Parecía que el niño estaba hecho de recortes, de caracteres soldados de forma basta. Un retrato cubista de desechos que no quería nadie, un accidente en la historia de esta familia. Fue como un percance en el camino de sus vidas. Nació en un mes de primavera  como un duro recordatorio de algún tonto desliz una cálida tarde de algún mes de verano del año anterior. Llego así. Sin avisar, sin que nadie lo esperara y ni mucho menos lo deseara.

   —Pensaba que eran gases —le oí decir en una ocasión a la tía María.

   Saltaba la vista que su educación había sido más laxa y apocada que la de sus dos hermanos. El niño hacia lo que le venía en gana, entraba y salía, no permanecía quieto, no tenía horas para comer, para dormir, ni para entrar ni para salir, siempre aparecía cuando no se le requería y cuando lo llamaban nunca acudía.    

   —¡Ven! Niño bullanguero. ¿Dónde vas? Culillo de mal asiento, burlón y jaranero, hijo del demonio. ¡Ven! Alocado. ¿A quién has salido tú? Calavera. Que te come el azogue. Remolino y tormento. ¡Ven! Y quédate mudo de una vez. ¡Párate! ¡Quieto! Detente un rato. Dame una tregua y descanso, ciclón y torbellino —gritaba la madre en otra ocasión, una tarde harta de su vehemencia, y sabedora de que había perdido todo control sobre la criatura.

Físicamente, no tenía nada que ver con ningún otro miembro de la familia. Parecía como si los despojos genéticos que no quisieron los hermanos, los heredara el pequeño. Carecía el desgraciado de todos los buenos atributos de los padres,  de la gracia de la madre y del ingenio del padre. Andrés era un niño delgado, casi enquencle, todos pensábamos que con lo que se movía, no podría dar asiento a la comida, de pelo más rubio, quebrado hasta parecer algo greñoso. Andrés, aunque de piel mas clara y fina que los hermanos, siempre se la recuerdo roja, y quemada por el sol. En algunas zonas de su cuello y hombros que quedaban más expuestas aparecían heridas abiertas y llagas...


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