"... En una ocasión Fran atrapó una ranita,
era de color verde intenso. Él, con su puño cerrado formaba una prisión para la
criatura. Acariciaba su cabecita también de color verde. El arco que tenía
sobre sus grandes ojos era sin embargo de color dorado. Decidí acariciarla yo
también. Su piel era suave y al mismo tiempo fría. Sus ojos eran grises y sus
pupilas jaspeadas y brillantes. Yo, deseaba tenerla entre mis manos pero, la
ranita, temerosa, dejose ir dando un gran salto. Al principio aterrizó en la
orilla del río, bebido al fuerte impulso que llevaba dio una graciosa voltereta
girando sobre sí misma, enharinando su piel en la arena, luego, una vez repuesta y ya libre, limpió sus vivos
ojos con sus deditos de ventosa, se oyó croar una vez. Fran intentó cogerla de
nuevo. La ranita, de un brinco se alejó dejando dibujada, en esta segunda
ocasión, una acrobacia en el aire, encontró el río, enturbió algo el agua con
su traje de barro, y desapareció en el fondo dejando tras de sí un rastro de
pequeñas ondas. Fran se enfadó conmigo".
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