He visto como le habla a su caballo mientras trabaja en la
pista. Es un caballo árabe, la amazona le balbucea algo, lo trota y luego
lo galopa.
Los dos parecen uno. Ella, acaricia sus crines, luego le
dice algo al oído, entre susurros. Antes de saltar un obstáculo, se preparan los
dos: caballo y amazona. El caballo falla en el primer intento, derriba una barra. Ella, vuelve a acariciarlo, con suavidad, lo mima, le dice algo. Lo estimula. Vuelven a intentar el salto. El caballo vuelve a fallar y derriba
de nuevo otro obstáculo.
Ella le da ánimos, se acomoda sobre él y le
besa en el cuello. El caballo con renovado arrojo, dibuja un bucle en la pista, la amazona cambia de mano. El caballo trota, altivo, muestra su cola levantada, orgulloso. Esta vez, al tiempo que ella roza levemente con sus labios las orejas
del caballo, puedo escuchar cómo le dice con voz muy, muy suave: Lo intentamos una
vez más, y si no nos sale bien lo dejamos por hoy. ¿Vale?
El binomio lo vuelve a intentar de nuevo, mas el caballo derriba una nueva barra. Los caballos árabes dicen que son muy inteligentes; Y lo son. El novio de la amazona mirándome me dice: A veces tengo celos del
caballo. Entonces pienso: Yo quisiera ser el caballo.
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